1 ene 2013

Altar popular

Las mismas escenas de un lejano y lluvioso julio de 1952, que solo ví en fotos grises, se repiten en la historia de los pueblos como una ceremonia inexorable que de golpe y porrazo dibuja la desgracia.
La misma procesión de lágrimas, de tristeza infinita, se reitera hasta el agobio. Ellos marchan juntos en dolorosa comunión solidaria y muestran sin vergüenza ni pudor la desnudez de su alma desgarrada.
Mágicamente replican, con dolorosa urgencia, el mismo altarcito, tan simple, tan brutalmente sincero y honesto. Solo una foto ajada, una vela prendida y nada más. Salvo una columna invisible y doliente que parece llegar hasta el cielo y preguntar a dios ¿por qué?, ¿por qué nos hacés esto?
Lo ví -lo viví- con Néstor, las lágrimas están tibias todavía. Lo vuelvo a ver con la enfermedad de Chávez. Algunos lo llaman populismo. Yo lo llamo amor y gratitud. Porque son siempre los más pobres, los grasitas de Eva, siempre los mismos los que más agradecen, siempre los mismos los que más sufren, siempre los mismos los que nunca traicionan.
No sé que pasará con Chávez, pero ya hay algo seguro: los que merecen estar en un altar del pueblo viven para siempre.

Horacio Sacco, al filo de la medianoche, 31 de diciembre de 2012.