1 sept 2018

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Si pudiera empezar mi vida nuevamente haría todo diferente, dejaría inalterable algunas cosas: los hijos, los nietos, la mujer amada, los amigos de fierro, algunos libros inolvidables, los gatos reos, la buena música, el buen cine, las plantas; dejaría a mi madre cantando mientras planchaba guardapolvos, a mi viejo enseñándome a pescar, la calesita pobre de mi pueblo con caballos despintados, el beso lleno de pudor con la primera novia, casi niños, el primer sueldo entregado con orgullo a mi mamá, el andén bullicioso de la Estación Norte y el ferrocarril que ya no existe, la maestra de tercer grado de la Escuela Normal, el lucero del alba en algún glorioso amanecer en la ruta a Chivilcoy y los patos volando sobre los juncos de una laguna mansa y transparente, cuando todavía no existía la angurria de la soja; rescato la memoria de aquella noche del 19 de junio del 73 en el viejo Hospital de Clínicas, donde la JUP había organizado un fogón con guitarreada para la previa de Ezeiza, todo era futuro y la patria tan nueva que no alcanzaban las canciones para celebrarla, nadie sabía que en los años venideros un montón de los nuestros, quizás los mejores, no tendrían más cumpleaños. Una lástima no creer en la existencia de otra vida, me encantaría reencontrar el barro y el cielo de la infancia, la magia de la adolescencia, las muertitas y muertitos, tan jóvenes, tan frágiles, abrazarlos, oir otra vez sus risas, lástima no creer.

Hoy cumplo 67 años con Macri presidente, todo lo conseguido en 12 años tirado a la basura con infamia y desvergüenza, desolados andamos, derrotados no; tendría ganas de escuchar algún tanguito tristón por el Polaco Goyeneche, tal vez Garúa, en una de esas Ese amigo del alma por Lito Vitale, podría ser la caricia sanadora de la armónica de Hugo Díaz, o quizás Piazzolla en Tristezas de un Doble A, o una bella letanía agridulce de Liliana Herrero, o el rezongo del fuelle de Pichuco en Responso; no sé, ver alguna película desgarradora de Bela Tarr, como El caballo de Turín; en realidad no sé qué hacer, termino abriendo un libro de Pablo Neruda al azar:

Soy en este sin fin sin soledad
un animal de luz acorralado
por sus errores y por su follaje:
ancha es la selva: aquí mis semejantes
pululan, retroceden o trafican,
mientras yo me retiro acompañado
por la escoria que el tiempo determina:
olas del mar, estrellas de la noche.

Es de noche, ya llegará la luz del día, pero acá en Monserrat no hay patos ni lagunas y al lucero del alba lo tapan las nubes y el cemento, porque todo ha cambiado, como el país, como la gente, como yo, solo los sueños son eternos.

1 de septiembre de 2018.