3 may 2022

Eduardo, donde quiera que estés

Hermano, hoy cumplirías años, acá estamos en un asadito familiar, con Juan, Mara y mi nieto Gian, que hoy ya tiene 15 años, pero ésta es la última foto que tengo de vos así, flaco como siempre, alegre, saludable. Es una lástima no creer en la existencia de otra vida, quisiera creer pero no puedo. ¿Dónde van a parar las cosas que se fueron?, la infancia florecida en la siesta de un pueblo lejano, con tantas mariposas en enero, calandrias peregrinas, sapos y grillos cantores, el tren de las siete, que una vez se fue y nunca más volvió, mi único par de zapatos marrones, el aroma a pan caliente de la panadería, los bichitos de luz entre las madreselvas, los  cien pesos que perdí a los nueve años y lloré un día entero, no podía decirle a mamá porque iba a ser peor, me dormí llorando, entonces, a la noche, me dejaste cien pesos de tu sueldito de cadete debajo de la almohada, tenías quince años. Éramos tan felices en aquella casa vieja con el patio perfumado de glicinas. Tenía un hermano mayor que me defendía, y siempre, siempre estaba ahí, cuando lo necesitaba. Después nos pasó la vida, como una manada de rinocerontes enfurecidos, como un malón de ausencias. Ojalá exista otra vida, a veces, cuando por esas cosas se me pierde por descuido la alegría, necesitaría tanto una mano buena que me dejara, sin decirme nada, sin pedir nada a cambio, un puñadito de felicidad bajo la almohada. 

2 de mayo de 2022