1 sept 2022

Confieso que he vivido

 En los cumpleaños se celebra el día que uno nació, y aunque hoy, primero de septiembre, es mi cumpleaños número 71, prefiero celebrar un acontecimiento anterior al nacimiento. Como soy octomesino, hice mis cálculos y llegué a la conclusión que papá y mamá celebraron alegremente el año nuevo de 1951, concibiéndome. O sea el primero de enero ahí estaban, festejando, creando vida. Era feriado y no había televisión. Así que ese día corrí como loco y al final salí primero en una espeluznante y feroz carrera entre millones y millones de espermatozoides. Fue grandioso, impresionante, fantástico, extraordinario. Y fue la única vez que gané algo. Reconozco ser un desastre en el arte de vivir, siempre me pregunto cómo hubiera sido mi hipotética existencia si ganaba alguno de los perdedores. Por alguna razón aborrezco de las competencias.

Hace unos días enterré a mi sobrino Derlis, nos unían recíprocos afectos. Hace unos meses esparcimos las cenizas en Plaza de Mayo de mi amigo setentista Ramiro Ross, como él quería. Mi hermano Eduardo se fue el año pasado en la soledad de la pandemia, ni un puto abrazo pude darle; de cuatro hermanos quedamos dos, una hermana de 81 y yo. También partió mi ex Ada Fanelli, la mamá de mis hijos, hace unos meses. Hay tanta muerte que anda rondando, despacito, como un perro enamorado que te sigue de lejos, te das vuelta, lo mirás con furia y se detiene, pero no retorna, seguís caminando y vuelve a seguirte. ¡Y me gusta tanto vivir! Respeto las creencias, pero no creo en dioses ni en otras vidas, para mi existe solo ésta, como los grandes amores, deseada, amada y maravillosa vida.

Dicen que la vida es como un hotel donde los huéspedes son eso, huéspedes, uno no vive en un hotel para siempre, llega, se instala, disfruta de su tiempo y luego debe irse para dejar el lugar a los que llegan (lo escuché en una película y me pareció muy bueno). Están los hijos y los nietos, que son la versión ampliada de los hijos cuando eran chiquitos. Y está el amor de la mujer que amo desde hace tantos años, y que gracias a la santa bailantera Gilda y al Gauchito Gil no convivimos, sabe dios que yo no hubiera resistido ni seis meses. No puedo vivir con ellas, pero tampoco puedo vivir sin ellas.

Están los amigos, los reales digo, que son como los vinos: los buenos vinos, bien cuidados y envasados, se vuelven exquisitos con los años, los malos y mal envasados se descomponen y convierten en vinagre. Por suerte tengo un puñado de amigos de fierro, alguno desde la juventud, otros han muerto o desaparecido. En Facebook tengo miles de amigos virtuales, alguien dijo que tener muchos amigos en Facebook es como ser rico en el Monopoly, podría ser, cambiaría con gusto esos miles de amigos virtuales por un solo abrazo real.

Después están las cosas, las simples, las profundas, las trascendentes, lo sublime de "Años de soledad" de Piazzolla y Gerry Mulligan; los libros nuevos que embriagan con su aroma de tinta; el olor de la tierra mojada después de una lluvia de verano; las madrugadas de San Telmo con el brillo mágico de los adoquines; la fugaz mirada de una mujer desconocida que te erosiona el alma; las mariposas de la infancia en un pueblo lejano y polvoriento; la risa de los niños; cantar la marcha hasta perder la voz; mirar fotos viejas y ajadas de difuntos en el esplendor de su vida y de antiguos amores eternamente jóvenes y alegres; el pan con chicharrones calentito; las películas en blanco y negro de Béla Tarr; las mollejas bien a punto; los caramelos de menta (lo siento, me gustan los de Arcor); las conmovedoras esculturas de Gustav Eberlein y Antonio Canova; comer, de parado y despacito, dos porciones de muzza y otra de fainá con una vaso de vino en Güerrín; los poemas tristes de César Vallejo; el perfume de la albahaca fresca; la maravillosa música de bombo y redoblante peronista, y tantas, tantas otras cosas que atesoro con avaricia de coleccionista en mi álbum, muy personal, de la felicidad. Pero a veces lo olvido. Prometo prestar más atención.

En fin, he confesado.

Horacio Sacco, 1 de septiembre de 2022